Después de tres meses, Exequiel Zeballos volvió a vestir la camiseta de Boca Juniors dentro de una cancha de fútbol en el triunfo ante Barracas Central por Copa Argentina. La joven promesa del “xeneize” mostró gran nivel en el partido disputado en Santiago del Estero, pero se convirtió en noticia por una equivocada declaración sobre su ubicación.
En la entrevista post partido, el “Changuito” se acordó de su compañero lesionado: “Dejame mandarle un mensaje a Luca Langoni, es mi hermano. Le mando muchas fuerzas y muchos besos, a su familia también”.
En ese momento, el santiagueño se equivocó y las redes no lo perdonaron: “Cuando vaya a Argentina, vamos a estar con él, como siempre. Los chicos siempre andamos juntos”.
“Es la declaración más Boca que escuché en los últimos años”; “Top tres declaraciones del año”; “Gran crítica política del Changuito al centralismo porteño”; “Y así es como se construye el unitarismo”, fueron algunos de los comentarios.
Lo más curioso de todo es que Zeballos nació en Santiago del Estero. Es decir, se refirió a su propia provincia como un lugar en el extranjero.
Cuando Medina se activa, Boca sabe brillar
Así es Boca: por momentos luce perdido en la cancha, de golpe se activa y mete estiletazos al corazón. Parece que lo dominan y lo noquean, hasta que saca un gol de la galera y encamina la historia. Va y viene caminando por la cornisa. De a ratos preocupa a su gente, de a ratos la ilusiona. Así pasó Boca anoche por el estadio “Madre de Ciudades”, sellando la clasificación a los octavos de final de la Copa Argentina ante un Barracas Central labioroso y peliagudo. Molesto, por sobre todo. Pero ganó bien Boca, a pesar de esos pasajes de extraña incertidumbre.
Claro, Boca cuenta con Cristian Medina, que tiene pinta y modales de volante brasileño. Cuando Medina se activa el equipo juega a otra cosa; la pelota viaja de pie a pie, limpita, y el Boca enmarañado pasa a ser cristalino. Dos apariciones fulgurantes de Medina terminaron sellando el resultado. Primero para definir una contra clásica, perfectamente elaborada por Benedetto; después para meterse al área en puntas de pie, maradoneando, para servirle el segundo al uruguayo Merentiel. Buenísimo lo de Benedetto en la construcción de ambas jugadas; positivo lo de Merentiel en cada intervención; mejor lo de Medina, un Bruno Guimaraes criado en Casa Amarilla y que pide a gritos desarrollarse en -por ejemplo- la Premier League.
Los goles cayeron en instantes decisivos: al final del primer tiempo y en el nacimiento del segundo. La clase de hachazos que desmoralizan a cualquiera... Pero no al Barracas de Rondina, cuyo culto a la prolijidad le permitió mantenerse en partido. No se cayó el “guapo”, que había hecho las cosas mejor en los 45’ iniciales y siguió yendo al frente con el 0-2. Por eso descontó con una maravilla teledirigida de Maxi Puig y por eso rondó una potencial igualdad, frustrada dos veces por “Chiquito” Romero ante sendos cabezazos de Domínguez.